La primera vez que me di cuenta que era de pueblo fue cuando mi papá me llevó a comprar zapatillas a Salta y miré para los dos sentidos al cruzar la calle. Creo que me ayudó un poco su "qué coya que sos", aunque tengo mis dudas.
Nunca pensé que mi gentilicio carrileño me iba distinguir pero parece que no todos creen como yo. Tener mis ideas y ser de pueblo es algo que horroriza a mi querida Sara y a mi eso me sorprende. Y es que el estereotipo de gente de pueblo suele ser muy fuerte. No se concibe a un pueblerino que no calce alpargatas y este montado por lo menos 18 horas de su día en un noble caballo flaco, mucho menos a uno que no defienda "la familia" y no vaya todos los domingos a misa. Lo que pasa es que yo le salí falladita a mi madre, ni para pueblo ni para ciudad sirvo.
Supongo que ser de pueblo no es tan malo, salvo conocernos todos y tener un hervidero de chismes en la puerta de casa, el resto se sobrelleva muy bien. Tengo amigos de años a los que no vendo ni por un kg de dulce leche, tengo a mi familia cerca (si, somos todos parientes en distintos grados) y puedo mirar los cerros todas las mañanas, de todos los días, de todos años y eso ya es mucho decir.
Por eso, señor de la gran ciudad, no lo piense más y arrime la silla que la vereda es grande y la tía Yola ya está por empezar a cebar los mates.
4 comentarios:
No te cambio los cerros a la mañana ni por todo el internet a alta velocidad de la gran ciudad.
Yo sabía que vos me ibas a entender.
Me horrorizo amiga porque te considero una joyita de esas difícil de encontrar!
Oh! Vos decís eso porque me querés!
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