domingo, 20 de febrero de 2011

Ideal

Este es un texto nuevo, obviamente sin terminar, inspirado en una historia de Galeano que leí hace unas semanas. Espero sus correcciones y opiniones como siempre. Y, de nuevo, gracias por leer...

“Te voy a ser fiel” me dijo mientras se escapaba entre la masa de trabajadores que corrían por la pendiente del cerro, y le creí. Le creí porque sabía, firmemente, que no era posible, porque entre mis deseos estaba creer en algo, en alguien.
Está de más decir que fue la ultima vez que vi esa imagen, su cabello en disputa con el viento de la tarde, sus ojos encendidos por el cielo rojo del valle. Era imposible no creer en esa fotografía, o al menos eso me consolaba.
Había sido débil, una vez más. Había intentado retener su retrato y lo que representaba, una vez más, aun cuando sabía desde el primer minuto que “los ideales estaban por encima de cualquier sentimiento”, tal como me lo repetía en infinidades de encuentros.
No me necesitaba en lo más mínimo, no pensaba en mi, no recordaba ni quería recordar mi nombre. Sólo quería aliviar la culpa de sentirse en guerra entre sus “ideales” y sus deseos, esos que lo convertían en un simple mortal asustado e indefenso, atrapado en mí cada noche.
Lo deseaba, cuánto lo deseaba. Quería retenerlo para siempre pero no podía. Luchaba con mis ganas de vivir como cualquiera en el pueblo, como esos que veía los domingos en la iglesia, tomados de la mano. Pero yo no era así, nunca voy a ser así… Preferí estar con él, aun sabiendo de antemano qué se iba, que no iba a volver, que el maldito amor no estaba, ni lo había encontrado en medio de la fuga. Aun así no lo escuché…
Es que era tan difícil olvidarse de esa imagen. Todo lo que vino después sólo se justifico por haberlo conocido. Las lágrimas y la sangre en una mezcla que parecía infinita, la sed y el cansancio, el dolor y la muerte ante mis ojos, todo soporté sin una palabra, ni un mensaje al viento. No dije nada hasta ahora, ahora que le regalé un mundo de ventaja.