Cada años, el nuestros colegios o institutos, nos asignan distintaos trabajos para terminar el ciclo con un acto que cierre la tarea, que haga un reconto de lo vivido y, principalmente, que aliente a los alumnos a seguir estudiando.
Mi actividad de este año fue escribir y leer el discurso en el acto. Estaba el ministro de Educ. como invitado especial, así que me esforcé un poco más. Lo transcribo porque me gusta cómo quedó y porque no es copiado de alguna página googleada de apuro.
Ahí va:
Este es el discurso de
fin de año más importante que me asignaron, aunque no es el primero y espero no
sea el último. Dejen que los explique porqué es tan especial para mí. En esta oportunidad tengo la tarea de despedir a mis alumnos de la
primera promoción de nuestro BSPA y al mismo tiempo convencerme de que, el año
que viene, no van a estar más en estas aulas.
Pensé en muchas maneras de explicar lo que me
pasó con este grupo de alumnos, recordé anécdotas que no vienen al caso,
escribí semblanzas de ellos, redacté dos discursos tentativos y un cuento que
leímos en las primeras clases. Y no, nada funcionaba. Releí el cuento de ese
hombre que va río abajo buscando ayuda, Horacio Quiroga siempre me ayuda a ver
las cosas de otra manera. Pero estaba pensando demasiado.
Y es que ¿cómo me
despido de aquellos a los que, más allá de tener el deber de enseñarles de
cuentos y oraciones, aprendí a querer?
Lejos de las frases
hechas y de lo políticamente correcto, a millones de kilómetros de las
exageraciones, aprendí mucho de ellos en estos tres años. Pude descubrir que la
edad biológica no suele concordar con la del espíritu, y que hay más entusiasmo
en estas madres y abuelas que en muchas oficinas de veinteañeros. Los hombres
del curso no se quedan atrás, han sabido acompañar, escuchar y aceptar que
ellos también podían cambiar su futuro.
Vuelvo a pensar, ahora,
en el hombre del cuento de Quiroga, a la deriva en esa barcaza, luchando por
llegar. Esperando tal vez un puente, una rama que lo transporte a otro mundo. Dejándose
llevar, rindiéndose ante la adversidad. Ustedes no se han rendido a la
comodidad de sus “barcazas”, de sus casas, de sus horas de descanso con la
familia o de las dádivas. Han sabido ver en nosotros, sus profesores, esa mano
amiga que guía, que los ayudó a cumplir un objetivo. No hemos sido más que
facilitadores para que crucen la meta, para que dejen sus “barcazas” y se
enfrenten a grandes desafíos.
Sé que esta promoción
será recordada, ante todo, por su calidad humana, por su iniciativa y voluntad
de destacarse a fuerza de sacrificio. Van a ser un ejemplo constante para los
futuros alumnos que llenen nuestras aulas, como así también para sus familias,
sus hijos y nietos. Pero les pido que no se conformen con eso, que no regresen
a sus casas pensando que se terminó la tarea, que ya no van a seguir
estudiando. Les propongo que sigan sumando retos, que alejen unos metros más la
línea de llegada y sueñen con un nuevo proyecto. Está en cada uno de ustedes lo
necesario.
Quiero terminar
agradeciéndoles a todos los que nos acompañaron en estos años y pedirles
disculpas a mis chicos si no he podido ser mejor profesora. Sepan que me voy
esta noche a mi casa con una gran alegría y mucha esperanza porque estoy
convencida de que mi trabajo ha servido para algo.
Muchas gracias.
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