viernes, 11 de diciembre de 2015

Discurso de despedida

Cada años, el nuestros colegios o institutos, nos asignan distintaos trabajos para terminar el ciclo con un acto que cierre la tarea, que haga un reconto de lo vivido y, principalmente, que aliente a los alumnos a seguir estudiando.
Mi actividad de este año fue escribir y leer el discurso en el acto. Estaba el ministro de Educ. como invitado especial, así que me esforcé un poco más. Lo transcribo porque me gusta cómo quedó y porque no es copiado de alguna página googleada de apuro. 
Ahí va:

Este es el discurso de fin de año más importante que me asignaron, aunque no es el primero y espero no sea el último. Dejen que los explique porqué es tan especial para mí.  En esta oportunidad  tengo la tarea de despedir a mis alumnos de la primera promoción de nuestro BSPA y al mismo tiempo convencerme de que, el año que viene, no van a estar más en estas aulas.
 Pensé en muchas maneras de explicar lo que me pasó con este grupo de alumnos, recordé anécdotas que no vienen al caso, escribí semblanzas de ellos, redacté dos discursos tentativos y un cuento que leímos en las primeras clases. Y no, nada funcionaba. Releí el cuento de ese hombre que va río abajo buscando ayuda, Horacio Quiroga siempre me ayuda a ver las cosas de otra manera. Pero estaba pensando demasiado.
Y es que ¿cómo me despido de aquellos a los que, más allá de tener el deber de enseñarles de cuentos  y oraciones, aprendí a querer?
Lejos de las frases hechas y de lo políticamente correcto, a millones de kilómetros de las exageraciones, aprendí mucho de ellos en estos tres años. Pude descubrir que la edad biológica no suele concordar con la del espíritu, y que hay más entusiasmo en estas madres y abuelas que en muchas oficinas de veinteañeros. Los hombres del curso no se quedan atrás, han sabido acompañar, escuchar y aceptar que ellos también podían cambiar su futuro.
Vuelvo a pensar, ahora, en el hombre del cuento de Quiroga, a la deriva en esa barcaza, luchando por llegar. Esperando tal vez un puente, una rama que lo transporte a otro mundo. Dejándose llevar, rindiéndose ante la adversidad. Ustedes no se han rendido a la comodidad de sus “barcazas”, de sus casas, de sus horas de descanso con la familia o de las dádivas. Han sabido ver en nosotros, sus profesores, esa mano amiga que guía, que los ayudó a cumplir un objetivo. No hemos sido más que facilitadores para que crucen la meta, para que dejen sus “barcazas” y se enfrenten a grandes desafíos.
Sé que esta promoción será recordada, ante todo, por su calidad humana, por su iniciativa y voluntad de destacarse a fuerza de sacrificio. Van a ser un ejemplo constante para los futuros alumnos que llenen nuestras aulas, como así también para sus familias, sus hijos y nietos. Pero les pido que no se conformen con eso, que no regresen a sus casas pensando que se terminó la tarea, que ya no van a seguir estudiando. Les propongo que sigan sumando retos, que alejen unos metros más la línea de llegada y sueñen con un nuevo proyecto. Está en cada uno de ustedes lo necesario.
Quiero terminar agradeciéndoles a todos los que nos acompañaron en estos años y pedirles disculpas a mis chicos si no he podido ser mejor profesora. Sepan que me voy esta noche a mi casa con una gran alegría y mucha esperanza porque estoy convencida de que mi trabajo ha servido para algo.

Muchas gracias.

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